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cambiando de vida

yo mala

¡hala!, ¡hasta la vuelta!

Y a quién le importa, de Alaska

Me fastidia, de toda mi vida, la falsedad de la gente para ciertos momentos puntuales en los que se considera que tienes que hablar con todo el mundo e interesarte por su vida porque es “lo que hay que hacer”.

En el colegio mayor el peor momento era el irte de navidades o al empezar las clases de enero, tooooodo el mundo te saludaba, te daba dos besos y te felicitaba la navidad, las fiestas o el año, o las tres, aunque no hubieses cruzado una palabra en tu vida con esa persona, aunque cualquier otro día del año no te saludase por los pasillos. Y no puedo con eso, prefiero lo contrario, saludar a todo el mundo todos los días y darle dos besos y felicitarles el año sólo a mis amigos, y es que el resto de la gente me da igual que tenga un año bueno que malo, y el que tengo yo a ellos se la sopla, así que vamos a dejar de hacer el tonto.

Pues ahora en el curro es lo mismo, y mañana toca despedirse por ser vacaciones, y tocará darse besos con todo el mundo, y preguntarle a dónde va y qué va a hacer como si nos importase, y a mí me entran unas ganas horribles de imitar el más puro estilo Marihé y decirle a cada uno de los que me vienen a dar dos besos y casi ni saben como me llamo “¡hala!, ¡a mamarla!”, diciendo adiós con la mano y acompañándolo como mucho de un “nos vemos a la vuelta”